domingo, 27 de febrero de 2011

BARRIADA INMACULADA

Con 434 casitas iguales, todas dispuestas en calles paralelas sin nombre, no era extraño que alguno se confundiera de puerta. «Por la noche, alguna vez, oía al vecino intentar abrir y llamar a su mujer y yo le decía: señor Jerónimo, que no es aquí, es en la puerta de allí», recuerda entre risas Luisa, vecina de la Barriada Inmaculada desde hace casi 52 años. Las calles interiores siguen sin tener nombre (las placas indican el número de manzana y de bloque) y el aspecto del barrio es parecido, pero algunas de sus habitantes más veteranas aseguran que ha cambiado mucho. «Salíamos por la noche a jugar al bote o la soga. Las casadas salíamos con los niños y nos lo pasábamos estupendamente. Ahora ha cambiado tantísimo, ya no nos conocemos», lamenta Benigna.
En los primeros años sesenta, esta barriada de pisos sociales situada en el corazón del barrio de Gamonal -antiguo pueblo anexionado a la ciudad de Burgos apenas cinco años antes- era conocida popularmente como 'las mil viviendas'. En realidad se edificaron 998, casi la mitad unifamiliares y el resto, pisos, además de 16 locales. Construida por el Patronato Benéfico de Construcción Francisco Franco, creado en 1957, estaba destinada a familias de renta limitada, procedentes de edificios ruinosos o desalojados por obras de urbanización.
Muchas de las familias cumplían esta condición de sobra. Benigna, su marido y su numerosa prole vivían de alquiler en Capiscol, en una casa que se quedó sin agua a consecuencia de las obras del colector. «Fue un señor a ver qué situación teníamos, con muchos niños», explica. Lucía, que ahora tiene 80 años, vivía en una buhardilla sin agua corriente y con tejado de uralita. «En verano no había quien parara y en el invierno te morías de frío», asegura. En esas condiciones, no es de extrañar que trasladarse a su nueva casa le pareciera «como si me dieran un palacio». Y eso que no tenía más de 31 metros cuadrados por planta, un patio de 16 metros y una empinada escalera. «Pagaba 1.400 pesetas de alquiler y la casa me costaba 204», recuerda Benigna.
Reformas
La mayoría de estos pequeños chalés y los pisos de esta popular barriada se han ido vendiendo a los vecinos durante los últimos 30 años y estos han acometido reformas en las modestas viviendas originales. En realidad, se han vendido todas menos una, donde aún queda una vecina en alquiler que no quiere comprar, «porque teme dejar en situación de desamparo a uno de sus hijos cuando ella fallezca», explican sus vecinas. Prefiere seguir pagando 2,4 euros mensuales, en lugar de los aproximadamente 700 euros que le costaría tener su piso en propiedad. Una cantidad parecida, 134.000 pesetas, pagó hace 28 años el padre de María, uno de los que compró al Patronato la vivienda en la que residían. Ella misma adquirió, años después, otra de estas casitas, que le costó 12 millones de pesetas en el año 1997. Las antiguas viviendas sociales de planta y piso han llegado a alcanzar un precio de mercado de casi 180.000 euros antes de la crisis.



María decidió quedarse en su barrio de siempre, a pesar de que reconoce que siempre se ha tenido una imagen de la Barriada Inmaculada como de «un sitio perdido de la mano de dios». Inmaculada, de 45 años, también continúa siendo vecina de un barrio del que guarda recuerdos como el de ir a ver la televisión a la casa «de la señora Pilar y eso que ella tenía una porrada de hijos. La tele en un rincón y nosotros en el suelo, calentitos, porque tenía gloria», rememora.
«Si hubiera un nuevo ARI (área de rehabilitación integral), tendría que ser para la Barriada Inmaculada», apunta Francisco Cabrerizo, presidente de la Asociación Vecinal Eras de Gamonal. Cabrerizo señala carencias como la falta de un parque en la zona o que aún existan postes en sus calles. «Siempre somos los grandes olvidados en los presupuestos municipales».

Fuente: Norte de Castilla